MONS. CARBALLO: «LA VIDA CONTEMPLATIVA TAL VEZ SEA HOY MÁS NECESARIA QUE NUNCA»

MONS. CARBALLO: «LA VIDA CONTEMPLATIVA TAL VEZ SEA HOY MÁS NECESARIA QUE NUNCA»

Mons. José Rodríguez Carballo, ofm., arzobispo Secretario de la CIVCSVA, analiza en esta entrevista la situación de la vida contemplativa, en España y en el mundo. Defendiéndola como una realidad de interioridad, pero también de servicio, alegría e integridad. "La oración pide a quien la hace ser consecuente con su fe", dice. Y asegura que "los contemplativos son sostén de los miembros vacilantes de la Iglesia".

(Religión Digital.-) Mons. José Rodríguez Carballo, ofm., arzobispo Secretario de la CIVCSVA, analiza en esta entrevista la situación de la vida contemplativa, en España y en el mundo. Defendiéndola como una realidad de interioridad, pero también de servicio, alegría e integridad. «La oración pide a quien la hace ser consecuente con su fe», dice. Y asegura que «los contemplativos son sostén de los miembros vacilantes de la Iglesia».

¿Qué se quiere subrayar con el lema de este año para la Jornada pro orantibus: ‘Con María en el corazón de la Iglesia’?

La Iglesia en España celebra el día 7 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada pro orantibus. Con ello queremos celebrar, con inmensa gratitud al Padre de las Misericordias, el don de la vida contemplativa a la Iglesia y al mundo. Una vocación que, “radicada en el silencio del claustro”, ha generado y continua generando en la Iglesia “preciosos frutos de gracia y misericordia” (Papa Francisco, Const. Apost. Vultum Dei quaerere = VDq, 5). Una vocación con la que cuenta la Iglesia misma “para llevar la Buena Noticia del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. Una vocación, tal vez hoy más necesaria que nunca, por lo que de profecía comporta.

En esta sociedad dominada por la lógica del poder, de la economía y del consumo, los contemplativos/as a través de sus vidas de entrega total, marcados por la oración y la ofrenda, a través de su vocación escondida, son faros, para los de cerca y los de lejos, antorchas que acompañan el camino de los hombres y mujeres en la noche oscura de los tiempos, centinelas de la aurora que anuncian la salida del sol, aun en medio de la tempestad. Y con su testimonio de vida centrada en Dios y en la búsqueda de su rostro, son sostén de los miembros vacilantes de la Iglesia. Por todo ello la Iglesia, siempre, pero principalmente en este día dedicado especialmente a ellos, al mismo tiempo que les agradece su testimonio de vida, les pide que mantengan viva la profecía de su existencia entregada, mostrándole al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia, a Aquel que es camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6), recordándoles que “La Iglesia os necesita” (VDq, 5).

Este año el lema para esta Jornada es “Con María en el corazón de la Iglesia”. Con este lema, la Iglesia, desea, en primer lugar, presentar a María como modelo y signo de la vida contemplativa. María, mujer de fe (cf. Lc 1, 38), se presenta a todos los consagrados como modelo de consagración al Señor y, siendo como es la summa contemplatrix (cf. VDq, 10) para los contemplativos se presenta como modelo de contemplación del Misterio que la habita. A ejemplo de María, los contemplativos están llamados a centrarse en Dios como el único necesario (cf. Lc 10, 42); a hacer tesoro de la Palabra de Dios guardándola en sus corazones (cf. Lc 2, 19); a permanecer fieles en los momentos gozosos, como en Caná de Galilea (cf. Jn 2, 1-11), y también en los momentos de prueba, al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25-27), presentándose como icono de fidelidad perseverante.

Por otra parte, el lema de este año quiere recordarnos que la vida contemplativa no es marginal en la Iglesia, sino que está en su mismo corazón, en cuanto presencia orante en la Iglesia, por la Iglesia y por el mundo. La vida contemplativa, como la vida consagrada en general, es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia. Por otra parte, a la vida contemplativa se le aplica lo que a toda la vida consagrada: nace en la Iglesia, crece en la Iglesia y da frutos en y como Iglesia. La Iglesia necesita de la vida contemplativa, pero la vida contemplativa necesita de la Iglesia, necesita sentir con la Iglesia y como Iglesia. Sin esta perspectiva fácilmente la vida contemplativa correría el riesgo de la deriva sectaria.

¿Hay que rezar por los que rezan continuamente por todos nosotros?

En el Padre nuestro, oración por excelencia del cristiano, oramos para no caer en la tentación: “No nos dejes caer en la tentación” (Mt 6, 13) y en Getsemaní Jesús pide a sus discípulos que oren “para no caer en la tentación” (Lc 22, 40). Nadie está libre de la tentación, tampoco los contemplativos.

Por ello, a la oración que ellos mismos hacen para que el Señor no los abandone a la tentación, ha de unirse nuestra oración para que no se dejen sucumbir ante ella. Los creyentes hemos de orar por los contemplativos para que no cedan a la tentación de la autoreferencialidad, que les lleva a aislarse; a la tentación de la mundanidad espiritual de creerse los mejores; a la tentación de la rutina que les llevaría a perder en sus vidas el sabor y la frescura que provienen del Evangelio; a la tentación de luchar por la sobrevivencia en lugar de trabajar sin descanso para tener una vida en plenitud.

Ya en positivo, los creyentes hemos de orar por los contemplativos para que no pierdan su capacidad de ser signos que “indiquen un camino, una búsqueda, recordando al pueblo de Dios el sentido primero y último” de sus vidas (cf. VDq, 4); para que sean “signo y profecía de la Iglesia virgen, esposa y madre, signo vivo y memoria de la fidelidad con que Dios sigue sosteniendo a su pueblo a través de los eventos de la historia” (VDq, 4); para que sigan siendo, “en la Iglesia y para la Iglesia, el corazón orante, guardián de gratuidad y rica de fecundidad apostólica y testimonio visible de una misteriosa y multiforme santidad” (VDq 5); para que vivan el gozo de la vida evangélica según el propio carisma (Cf. VDq, 6).

El mundo necesita de la oración de los contemplativos y estos de la oración de todos los creyentes. La Jornada pro orantibus es una buena ocasión para reforzar nuestro compromiso de orar por ellos y ellas. Será una forma de agradecerles todo el bien que hacen en la Iglesia y en el mundo.

Por cierto, ¿está siendo eficaz la oración de las/los contemplativas en estos momentos tan dolorosos de muerte y desolación por la pandemia?

La oración si es auténtica es siempre eficaz o, si se prefiere, fecunda. Pero su eficacia o fecundidad solo puede entenderse con los ojos de la fe, porque el Espíritu que habita en los contemplativos por el Bautismo y de un modo todavía más íntimo gracias a la especial consagración, “intercede por los creyentes según el designio de Dios” (Rom 8, 27), que a menudo no son los designios de los hombres (cf. Is 55, 8).

Los contemplativos que, según una intuición genial de san Francisco de Asís, tienen una sintonía particular con el Espíritu Santo, intuyen sus gemidos. De este modo su oración es ya una oración purificada por esta relación íntima con la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que es el alma de la oración cristiana. Y Dios responde siempre a la oración hecha con fe y pureza de intención, como nos consta por el mismo Evangelio (cf. Lc 7, 1-10), pero responde realizando el verdadero bien de la persona o de la situación que se le presenta. Por este motivo, Perfectae caritatis en el n. 7 habla de una “misteriosa fecundidad apostólica” en referencia a la vida contemplativa; una eficacia que avanza por la vía del Espíritu; vía que muchas veces es secreta, misteriosa, evidente solo para quien sabe leer la realidad con las mismas categorías espirituales.

La primera manifestación de la eficacia de la oración de los contemplativos es para ellos mismos. También la oración de intercesión, que no consiste tanto en recordar a Dios las necesidades de los hombres, pues él sabe de lo que tenemos necesidad (cf. Mt 6, 32), sino que lleva a quien la hace a abrirse a las necesidades de los demás, haciéndose memoria (en el sentido bíblico del término) delante de Dios y recibiendo nuevamente el otro de parte de Dios. La oración crea una estrecha relación del orante con Dios y con los demás. La oración de intercesión y petición, sin excluir la de alabanza y acción de gracias, la que hacen día y noche las almas contemplativas, no consiste tanto en palabras pronunciadas delante de Dios, sino un vivir delante de Dios en la posición del Crucificado, con los brazos abiertos, en la fidelidad a Dios y en la solidaridad y comunión con la humanidad, particularmente con la humanidad sufriente.

A este punto está claro que la oración de intercesión de los contemplativos no es una función, una obligación, un trabajo, sino la esencia misma de una vida devorada por el amor a Dios y el amor a los hombres, por la pasión por Dios y la pasión por la humanidad, que diariamente experimentan los contemplativos.

Esto es lo que hace que para el cristiano y máxime para los contemplativos la oración es la acción por excelencia, la obra a realizar, la praxis, la acción eficaz en la historia. Cuando la humanidad vive sumergida en su impotencia, como la que estamos viviendo por el Covid-19, es cuando la oración de los contemplativos/as y, por supuesto de todos los creyentes, puede tener más sentido, no para invocar soluciones mágicas, ni para evadir compromisos o responsabilidades en la búsqueda de soluciones, ni para sentirnos exentos de la historia, sino porque su fe en el Señor de la historia le lleva a interceder, lo que significa “hacer un paso entre” dos realidades, entrar de lleno en una situación negativa que se está viviendo y se presenta al Señor para aportar elementos que la puedan cambiar, cada uno según su vocación.

En este caso, la oración de intercesión lleva a los contemplativos a convertirse en solidarios con quienes están en necesidad, a cumplir la voluntad de Dios que es siempre voluntad de vida y vida en plenitud (cf. Jn 10, 10). No se puede olvidar que la oración de intercesión y de petición no es para que Dios haga nuestra voluntad, sino para que nosotros hagamos la voluntad del Señor (cf. Mt 6, 10). Entonces la oración, también la de los contemplativos, es eficaz en la historia en cuanto recoge el grito de los necesitados, se hace voz de quien sufre, invocando justicia y misericordia. No se olvide, tampoco, que la oración pide a quien la hace ser consecuente con su fe, de estar en la historia con las armas que le son propias; le pide contribuir a cambiar situaciones que nada tienen que ver con el proyecto de Dios sobre sus hijos e hijas, de tal modo que responda a dicho proyecto.

Sin oración no hay fe auténtica, sino solo ideología; no hay esperanza, sino solo autosuficiencia; no hay caridad, sino solo protagonismo filantrópico. Aunque las apariencias puedan llevarnos a pensar lo contrario, solo la oración, también la oración de los contemplativos, cargada de gratuidad y de ofrenda, salvará el mundo. Cierto: esto, como ya indiqué antes, solo se puede entender desde la fe y no desde una visión funcional de la misma vida consagrada que cada vez se difunda más, a veces también dentro de la misma Iglesia y del mundo de los consagrados. Esto lo saben bien los contemplativos/as.

¿La vida contemplativa en el mundo goza de buena salud? ¿Cómo están en números y en presencias?

Sí, la vida contemplativa, como la vida consagrada en general, goza de buena salud. No lo piensan así los profetas de desventuras dentro y fuera de la vida consagrada que no saben ver más allá de lo que se ve a simple vista y contra los cuales ya nos ponía en guardia Benedicto XVI (cf. Homilía del 2 del 02 de 2013). Cierto que también la vida contemplativa está marcada por la presencia del pecado, como la misma Iglesia. Pero no se puede ceder a la tentación de fijarnos solo en el árbol que cae, sino que hemos de poner la mirada en el bosque que silenciosamente crece (cf. Benedicto XVI).

La reforma promovida por el Concilio, a la cual los profetas antes aludidos achacan todos los males de la Iglesia y de la vida consagrada y contemplativa, ha traído mucho aire fresco a la vida consagrada, también a la vida contemplativa. No todo, como ya reconocía Vita consecrata, ha sido positivo en esa reforma (cf. VC 13) pero somos muchos los que pensamos que la revisitación de la vida consagrada y monástica era necesaria y se llevó y está llevando con mucha seriedad por todos aquellos que acogen el Concilio y el Magisterio postconciliar como la brújulas de la Iglesia y de la vida consagrada del siglo XXI, y por todos aquellos que ponen la formación permanente e inicial como el primer elemento a cuidar, si queremos una vida consagrada y monástica actual y no pieza de museo, como ama repetir el Papa Francisco. Hay muchos nostálgicos de un pasado que ya no volverá, pero hay muchos más que viviendo el presente como un kairos y con pasión, abrazan el futuro con esperanza.

Los números en la vida contemplativa ciertamente han bajado. Basta pensar que cuando se publicó la Constitución apostólica Sponsa Christi de Pío XII, solo la contemplativas (sin contar los monjes) con votos solemnes eran 55.834. A estas habría que añadir 3.819 de votos simples y 2.426 novicias. En total sumaban 62.079, aproximadamente. Hoy, sumando profesas solemnes, profesas simples y novicias son, siempre aproximadamente, unas 40.000. Y las previsiones no parece que van a cambiar esta tendencia a la baja, a pesar de que en África y Asia el número de contemplativas está creciendo.

Esta disminución de vocaciones hace que también las presencias monásticas hayan disminuido situándose por debajo de 4.000. Aunque durante el año 2019 hemos aprobado 28 nuevas presencias de contemplativas, entre erección de monasterios y fundaciones, sin embargo hay que constatar que se han suprimido 40 presencias.

De todos modos los números y las presencias no lo son todo. Hay que buscar la calidad de vida evangélica y hay que tener presente que la vida consagrada es minoritaria en la Iglesia y la vida contemplativa es minoritaria dentro de la vida consagrada. Siempre fue así y seguirá siendo. Lo importante es que la vida consagrada y contemplativa sigan siendo significativas evangélicamente hablando. Y esto se puede ver y es motivo de gran esperanza, en muchas comunidades que no dudo en calificar como comunidades proféticas. Mirando a éstas presencias no dudo en reafirmar que la vida contemplativa goza de buena salud, aun teniendo en cuenta que en el 2019 había 15 monasterios comisariados, se han nombrado 4 Asistentes apostólicos y la Congregación ha tenido que nombrar directamente el gobierno de 23 monasterios. Estas últimas intervenciones de la Congregación se deben fundamentalmente al reducido número de hermanas que componen las comunidades y a su edad avanzada.

España sigue siendo el primer país en número de contemplativas, y sin embargo se siguen cerrando conventos y monasterios.

Sí, España es el país, todavía hoy, con mayor número de presencias de contemplativos/as. Solo monasterios femeninos en España hay más de 800 monasterios. Le siguen Italia con unos 520, Francia con unos 230 y Alemania con unos 110. Hay diócesis en España con cerca de 40 presencias de contemplativas y más bien son raras aquellas que no tienen ninguna de estas presencias. Es verdad que llama la atención el número de cierres que se están llevando a cabo y que –no hace falta ser profetas- se seguirán produciendo.

Estamos hablando de una España vaciada, una España envejecida, una España profundamente secularizada. En un ambiente así no es fácil que haya vocaciones que puedan reemplazar las defunciones, ni para el clero diocesano, ni para la vida consagrada, ni para la vida contemplativa.

Sé que hay resistencias a cerrar, y lo entiendo perfectamente, pero lo que no se puede es sacrificar la vida, en su significatividad evangélica, por mantener presencias agonizantes, presencias que presencias no son, al menos presencias contemplativas.

Los contemplativos, como los demás consagrados, están llamados a “despertar el mundo e iluminar el futuro” (Papa Francisco, Encuentro con la USG el 29 de septiembre de 2013), pero, ¿cómo se puede hablar de vida contemplativa si no hay un número mínimo de hermanos/as , siempre que la mayoría no sea de edad avanzada; la necesaria vitalidad a la hora de vivir y transmitir el carisma; la capacidad real de formación y de gobierno; la dignidad y calidad de la vida litúrgica, fraterna y espiritual; el significado y la inserción en la Iglesia local; la posibilidad de subsistencia; una conveniente estructura del edificio monástico?” (VDQ, art. 8, 1). Si no se lleva a cabo un discernimiento serio sobre las presencias de vida consagrada en general y monástica en particular, con criterios que hablen de significatividad evangélica, corremos el riesgo de convertir a los contemplativos en custodios de museos, particularmente en España donde hay tanto patrimonio. Este sería el peor servicio que podríamos prestar a la vida contemplativa.

¿Se han fusionado o federado muchos monasterios desde la publicación de la Constitución Apostólica del 2016?

Por los datos que poseemos en nuestra Congregación, en el 2019 se han afiliado a otros monasterios 23 monasterios y a la Federación 15 más. Por otra parte se han erigido 21 nuevas Federaciones o Asociaciones y 6 nuevas Congregaciones monásticas. En este contexto he de señalar que la nueva legislación para la vida contemplativa femenina, Vultum Dei quaerere, Cor orans, y El arte de la búsqueda del Rostro de Dios, que está siendo valorada muy positivamente por la gran mayoría de las contemplativas, ha ayudado mucho.

Más allá de las resistencias que supone un fusión y para algunos monasterios el federarse o afiliarse, hemos de constatar que en este período han sido bastantes los monasterios que se han fusionado o afiliado, y que la gran mayoría de los monasterios que hasta el momento no estaban federados lo han hecho o están en proceso para llevarla a cabo.

La afiliación se ve como una solución para salir al paso de una situación marcada por la precariedad de personal y que si no se interviene lleva necesariamente al cierre. La afiliación tiene el doble objetivo de revitalizar la presencia del monasterio más débil o el de encaminarse a un cierre progresivo y sin traumas. A veces la afiliación, generalmente pedida por los monasterios en dificultad, resulta fácil, pues se trata de monasterios que ya se conocen y que de un modo u otro ya colaboraban entre ellos. En estos años me han llegado muchos testimonios de hermanas que vencidos los miedos iniciales y que son bien comprensibles, luego confiesan que están muy contentas y agradecen la intervención de la Iglesia, tanto si se trata de afiliaciones como de supresiones.

En esto, como en otras cosas, mucho depende de las personas que aconsejan. Me cuesta pensar que haya algunos/as que siguen desaconsejando que algunos monasterios no se federen, metiéndoles miedo a las hermanas que si lo hacen pierden la autonomía. Lo cual es sencillamente falso ya que la Federación, contrariamente a la Congregación monástica, es una simple estructura de comunión que permite seguir con la autonomía de los monasterios sui iuris. A veces me viene la tentación de pensar que hay otros intereses por medio, que nada tienen que ver con los intereses de una vida contemplativa significativa, y que no siempre son confesables. También me cuesta pensar que haya consejeros o consejeras que inciten a las hermanas a resistirse al cierre del monasterio, cuando saben muy bien que no hay futuro alguno para esas presencias y, lo que es peor, que las condiciones en las que viven las hermanas no son dignas humanamente hablando.

¿Qué hacer para dar a conocer mejor la vida contemplativa y que el pueblo de Dios la valore más?

Lo primero es que la Iglesia aprecie realmente esta forma de seguir a Cristo, a comenzar por los Pastores. Ello significa que hemos de ir más allá de la estética de la vida contemplativa, particularmente femenina. Esto significa que los Pastores han de acompañar la vida contemplativa, preocupándose de su vida, particularmente de la formación y de la vida fraterna en comunidad, lo que se traduce también en el nombramiento de Vicarios o Delegados que conozcan de cerca la vida contemplativa, a ser posible que sean religiosos.

Un papel importante en dar a conocer la vida contemplativa lo pueden jugar los sacerdotes y religiosos de vida apostólica, particularmente aquellos que tienen relación con grupos juveniles o que se dedican a la confesión o a la dirección espiritual. No podemos olvidarnos de presentar la vida contemplativa como una parte de la vida de la Iglesia y presentarla en toda su belleza. Hay que tener el valor de presentar esta forma de seguimiento de Cristo a los jóvenes como posible opción para sus vidas. La Jornada pro orantibus puede ser una buena ocasión para presentar esta vocación a todo el Pueblo de Dios.

Los mismos contemplativos tienen un gran papel en todo ello. La mejor propaganda vocacional y el mejor modo de presentarla y de valorizarla es viviendo ellos y ellas con alegría su consagración en la vida contemplativa. La alegría atrae, la tristeza aleja posibles nuevas vocaciones.

¿Cómo explicar a la gente de hoy que la vida oculta de los/las contemplativas es fecunda?

Como ya dije, en una sociedad como la nuestra marcada por la eficiencia y la eficacia no es fácil que la gente entienda que la vida oculta de los/las contemplativas es fecunda. Para salir al paso de esta dificultad, es fundamental que la gente no vea a los contemplativos como “extraños” a sus alegrías y esperanzas, a sus sufrimientos y penas. Si los ven próximos, la gente irá espontáneamente a los contemplativos. Me consta que esta es la experiencia de muchos monasterios, especialmente femeninos, durante la pandemia del coronavirus. Han sido muchas personas las que se acercaron a las contemplativas a través de los medios de comunicación para pedirles oraciones.

Hablando con una contemplativa me decía al respecto: “Mi experiencia me dice que las personas entienden nuestra vida cuando se encuentran delante de situaciones que humanamente no tienen solución: lutos, tensiones familiares que no se resuelven, personas que optan por caminos equivocados y no se convencen de su error… Cuando no hay solución, humanamente hablando, entonces piden oraciones a aquellas/os que hacen de la oración el primer servicio”.

Desde mi experiencia puedo decir que la gente aprecia mucho algunas iniciativas de los monasterios abiertas a todos, como puede ser la adoración del Santísimo Sacramento y la Lectio divina. Dos medios que están al alcance de todo monasterio, aun de los más pobres y que ayudan a acercar la vida contemplativa a las hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es importante que los pobres sean siempre acogidos con sencillez, pero con amor. Los contemplativos, como todos nosotros, no podemos olvidar que los pobres “son la carne de Cristo”.

También me consta que son muchos/as los que se acercan a los monasterios para oír hablar de Dios. La gente siente hambre de Dios y buscan saciarla en aquellos que hablan de lo que han escuchado en el silencio de la contemplación. Me consta que más que maestros buscan testigos, o maestros que sean testigos.

Todos estos son medios para que la gente valore la vida contemplativa en su verdadero significado. Éste es un gran desafío para los mismos contemplativos al cual están llamadas a dar una respuesta adecuada.

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