«Imitatores mei estote, sicut et ego Christi» (I Co 11,1). Vida Consagrada hoy.

p2050138No me gusta mucho el Latín. No me parece muy de mi tiempo, ni lo adquirí en la Iglesia en la que nací, crecí y en la que, de hecho, vivo. No se me me pidió aprenderlo ni siquiera para ser ordenado sacerdote. No hago alarde de ello. Tan sólo constato una ignorancia que, para ser sinceros, tampoco me preocupa demasiado, pues, como tantos otros, tengo para mí que es una lengua prescindible. Aunque suene un poco raro en estos tiempos que parece querer recuperarse el latín como lengua de la Iglesia (aunque sólo sea para la liturgia), parece que no soy el único. Muchos participantes en el último Sínodo de la Palabra -padres y «madres» sinodales-, muchos de los cuales eran obispos, arzobispos e incluso cardenales, se vieron «sorprendidos» por su uso en una de las disertaciones. Vamos, más que sorprendidos se podría decir que se vieron «cazados» porque no sabían Latín.

Pero esa frase de San Pablo, en latín, se la oí a mi maestro de novicios y se me quedó «grabada a fuego» cuando comencé a vivir la vida religiosa, hace ya algo más de quince años. Estábamos en un curso de internoviciado. Seríamos unos veinte novicios y novicias de distintas congregaciones. El profesor habló de que los religiosos no «imitábamos» a Cristo y que «debíamos evitar ese lenguaje», porque daba pie a entender mal la vida religiosa. Mi maestro de novicios soltó abruptamente aquel latinajo, un poco molesto y desautorizando al profesor, provocando una gran carcajada en el aula.

Los que vivimos esta forma de vida sabemos que la categoría «imitación», bien entendida, sin «rigideces mimetistas«, describe perfectamente lo que estamos queriendo vivir y con lo que un día nos comprometimos por la profesión. El maestro de novicios sabía lo importante que era comprender bien aquello y nos lo quiso hacer ver, aunque lo dijera en latín.

La llamada de San Pablo es clara: «sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo»; esto es, «vivid como vivo yo, al igual que yo quiero vivir como vivió Cristo». Podría decirse también así: «Seguidme a mí como yo sigo a Cristo». Así nos lo ha dicho también el Papa en su último mensaje el día de la vida consagrada, cuando nos invitaba a imitar a S. Pablo. «Imitar» es, pues, «seguir». «Seguir» es, pues, «imitar». La vida religiosa o consagrada no es otra cosa que una vida de seguimiento, que intenta imitar al maestro en su modo de ser y de vivir. Y esto, en lo profundo, no en lo superficial. La imitación mimética o epidérmica no viene a cuento con una vida profunda como la que los consagrados queremos vivir. La expresión de esta imitación está, para las personas consagradas, en los votos que profesamos.

Toda la vida cristiana consiste en ese «seguir» a Cristo. Las constituciones de mi congregación claretiana, como las de tantas otras, supongo, dicen que «seguir a Cristo para nosotros es la regla suprema de nuestra vida». Y eso es lo que yo, junto con los míos, profesé. Se ve que «seguir a Cristo» e imitar su modo de ser y vivir es otra expresión de aquel «mandamiento principal» o regla suprema, de la siempre nueva y eterna alianza: amar a Dios y al prójimo…

Sin embargo, algunos creen que un buen religioso o religiosa lo es en la medida en que -como Dios manda- viste un hábito, reza escrupulosa y monacalmente (mejor si es en ese latín) y vive retirado del mundo alejado de toda pasión (¿también de todo compromiso?), como los padres del desierto o los ascetas que vivían casi sin vestido o alimento. Lo que se aleja de esa especie de imagen ideal y «sideral», que se identifica más con secundarias «tradiciones» perecederas que con la auténtica y perenne Tradición, es tildado de falta de identidad y de secularismo, cuando no de falta de eclesialidad u ortodoxia.

Algunas personas que viven en la superficie de la fe, aunque aparentemente son más papistas que el Papa, parecen estar muy preocupadas por saber si los religiosos y las religiosas llevamos o no hábito, por saber si expresamos y formulamos el dogma al 100% exactamente igual que lo hace el catecismo, o si sabemos rezar en latín. En una palabra, por lo absolutamente secundario. Por el cariño que parecen profesarnos, daría la impresión de que ignoran que amar la vida religiosa es amar a la Iglesia, y viceversa.

No se preocupan por nuestra vida real, por nuestra misión, por saber lo que hacemos, con quién estámos, en qué lugares, ni cómo vivimos nuestro seguimiento. No comprenden que la vida religiosa apostólica es otra cosa. No comprenden que la consagración que hemos recibido y profesado las personas consagradas nos lleva a hacer de ese «seguimiento-imitación» nuestra regla suprema y que en ello es en lo que vivimos empeñados (evidentemente, con más o menos éxito y santidad).

No comprenden que la pasión de nuestra vida, el mandamiento principal o regla suprema es vivir el seguimiento imitando a Cristo en sus rasgos y actitudes profundos, tal y como nos lo transmitieron carismáticamente nuestros fundadores, y tal y como nos lo aprobó la Iglesia en nuestras constituciones.

Eso es lo realmente importante y lo que nos da identidad. «Por sus frutos les conoceréis…». Tantas historias y proyectos de amor, de entrega, de servicio eclesial, de evangelización, de misión,… Tantas horas y tantas vidas entregadas al Evangelio en la misión, en la acción, en la oración, acompañando al huérfano y a la viuda, a la vida diocesana, en la enseñanza, en la docencia universitaria, en medio de guerras, hambre, frio, situaciones difíciles…

Los ingratos superficiales no pueden comprender que los religiosos nunca viviremos «secularizados», porque, aunque estamos en el mundo, nuestro corazón está en el cielo. Nuestro corazón vive apasionado por Cristo y por la humanidad. Seguimos e imitamos al Maestro que «pasó por el mundo haciendo el bien». Y, como Él, tenemos los pies en la tierra y el corazón en el cielo. También hay pecado en nuestra vida, claro que sí, pero no tanto como creen. Esta impresión que algunos tenemos de pérdida de estima por parte de ciertos sectores de la Iglesia por la vida consagrada, la vivo, sin duda, como una invitación a una purificación libradora. La vida consagrada no busca alabanzas; se recompensa, como dice «Caminar desde Cristo», con «el gozo de continuar trabajando activamnte al servicio del Reino de Dios, para ser germen de vida que crece en el secreto…».

Nuestra vida no es sino una vida en misión; una vida consagrada a anunciar, con gestos y palabras, la buena noticia de Dios. Y esto, lo hacemos en oración y en comunión con toda la Iglesia, amando a nuestros pastores, viviendo comprometidos con la más sana Tradición. A muchos de nosotros, esas otras tradiciones con minúsculas nos parecen a veces mundanas, superficiales, escasas de trascendencia y descomprometidas con la verdad del seguimiento, con la verdad de la regla suprema de nuestra vida. Quizá pudiera parecer poco ortodoxo, pero a mí, sencillamente, me parece más evangélico.

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    M Eugenia 15 años

    Hola, por infeciones de virus, no habia leido este artuculo que me parece muy bueno e interesante, aunque algunos comentarios esten fuera de lugar.Los religiosos/as, sacerdotes y consagrados,confirmo lo que deces Fernando, nuestra vida es una mision, dedicada a trnasmitir y llevar la esperanza a todos los que desen escucharla y verla en nuestros gestos y palabras,es una Don que hemos recibido y que a pesar de nuestras imperfeciones y limitaciones, Dios acompaña nuestro dia dia,no es un camino de rosas, pero seguimos Cristo y todos estamos llamados a dar testimonio de su presencia en el mundo, con latin y sin latin, Dios entiende todos los idiomas.DIOS GRACIAS A DIOS POR MI VOCACION y como dice Jesus, vivo de mi trabajo al igual que todos mis hermanas religiosas de congregacion y del resto de congregaciones que conozco.»ganra el pan con el sudor de tu frente, no con el sudor del de enfrente». Un saludo a todos

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    Zaratustra. 15 años

    Lamento si lo importuné, mi consulta fué en forma respetuosa.

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    fernando prado, cmf 15 años

    Uno pregunta: ¿qué hora es? El otro responde: ¡Manzanas traigo!… Querido Zaratustra, tu escrito en este blog no tiene nada que ver con el tema en cuestión. No sé si te diste cuenta, pero el debate era otro.

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    Zaratustra. 15 años

    «Un sacerdote es un filósofo, que dejó de hacerse preguntas».

    Este pensamiento no es mío, pero a veces uno siente que se acerca a la realidad; más aún cuando se justifica la censura…Espero que mi consulta (que tiene que ver con su artículo de idiomas y traducciones) NO quede sin respuesta y no sea censurada:

    Llegó el momento de la grán DECISION; año 33 D.C.; Jesús y Barrabás frente al populacho; deben elegir cual de ellos vivirá; Pilatos nervioso, aguardando el instante para lavarse las manos; pero….Existe un problema, un problema de TRADUCCION.

    Barrabás NO es un nombre, es un título; en realidad en arameo (el idioma de Jesús) es Bar Abba, esto es Bar=Hijo, Abba=Padre, osea Hijo del Padre (en este caso Padre se refiere a…Dios).

    El verdadero NOMBRE de este personaje es uno muy común en aquella época, él se llamaba Jesús; si juntamos su nombre y su apelativo (o título), tenemos a Jesús Bar Abba; osea en castellano (ni mas ni menos) a JESUS HIJO DE DIOS.

    Entonces la decisión de aquella «Asamblea Popular» no era tan sencilla, había que elegir entre:

    1) Jesús Rey de los Judíos.

    2) Jesús Hijo de Dios.

    ¿O la historia es distinta?.

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    Arturo Dominguez 15 años

    Pues a mí la congregación de los claretianos me parece bastante viva. Son pocos, creo que no llegan a 3000, pero dan mucho juego en la Iglesia.

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    Ciertamente es una pena llegar a los 67 años y estar tan falto de confianza, tan secularizado, tan abatido. Los que confían en el Señor, son como el monte Sión… Yo, de mayor, no quiero ser así, increyente, no confiado al Espíritu,… Esa generación de los que ahora son de su edad son los que fueron incapaces de transmitir la fe a las siguientes generaciones y ahora resulta que en vez de sentirlo por ellas y por la Iglesia se compadecen de las ordenes religiosas.

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    jesus 15 años

    A VER SI TE INFORMAS, RICARDO… LO QUE DICES NO TIENE FUNDAMENTO

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    ricardo 15 años

    Un ingrato superficial como yo, de 67 años, está asistiendo a la desaparición de muchas ordenes religiosas y lo siento por ellas,…

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    jesus 15 años

    Querido amigo Garza. (lo de amigo lo digo como fórmula de educación). Lo mezclas todo, los roles de la sociedad civil con la labor de la Iglesia. ¿qué tendrá que ver que los policías usen uniforme, con que los religiosos usen hábito? (por cierto los claretianos no tienen hábito, sino lo que use el clero del lugar donde están, a ver si te informas antes de hablar). Otra cosa, así como los sacerdotes seculares cobran de lo que el estado recauda para la Iglesia católica, los religiosos sólo viven de su trabajo honrado, y de la muchas horas que dedican al mismo, su corazón y su vida (otra cosa de la que deberías estar informado), sin mencionar la obras que con gratuidad evangéica llevan a cabo sin esperar recompensa. No creo que ni tu ni ninguno de tus amigos hagais cosas parecidas ni de lejos, pero si que os permitis el lujo de «juzgar» sin compasión a instituciones seculares que son parte sustancial de la Iglesia Católica y que tu, si eres católico, deberías respetar y reconocer en su medida. Se ve que no quieres entender… quizá tenga que ser así… a los profetas los asesinaron en nombre de la religión…

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    En este blog no se aceptarán comentarios broncos ni mamporreros. Borraré todo comentario susceptible de herir a alguien gratuítamente. Y si es al colectivo de consagrados en su conjunto, con más razón. Es censura, sí. La que ejerce quien cree que antes de hacer comentarios de este tipo conviene hacer una autocensura, sin dejar que corran las más bajas pasiones y sentimientos sin freno ni brida. Opinar sí, pero sin faltar.

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    garza 15 años

    Es que para hacer lo que hacen no es necesario ordenarse sacerdote,ni fraile,ni monje,ni monja,hay muchisimos laicos que están haciendo ese trabajo y sin cobrar solo por buena voluntad,así que ustedes que cobran un sueldo,tendrian que atenerse a las normas del puesto de trabajo,esto es,alejarse de las pasiones mundanas,vestir habito y comportarse como un religioso,a mí me dá igual el habito y el latín(a mí si que me gusta el latín,siempre saqué matricula de honor en latín y griego,así como en otros idiomas modernos)pero considero que si a uno le pagan por determinada actividad y esa actividad exige un modus vivendi,pues hay que apechugar,por ejemplo,yo trabajo en un hospital,llevo uniforme(lo odio y además me sienta fatal)pero son las normas¿se imagina un bombero,un policia vestidos de lagarterana?¿y a un obrero de la construcción de traje y con pajarita?

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