“TENDER UN PUENTE”, DE JAMES MARTIN, UN BUEN LIBRO

“TENDER UN PUENTE”, DE JAMES MARTIN, UN BUEN LIBRO

El libro del P. James Martin no es un libro de teología dogmática ni de bioética sino de lo que genéricamente denominamos “pastoral”. Creo que es un libro útil y quizá necesario. Un libro escrito desde el corazón de un pastor que conoce y se preocupa de la realidad

El título del libro nos recuerda a uno de los primeros libros de bioética importantes que se escribieron en los años 70: “Bioética, un puente hacia el futuro” (V.R.Potter). El libro del P. James Martin no es un libro de teología dogmática ni de bioética sino de lo que genéricamente denominamos “pastoral”. Creo que es un libro útil y quizá necesario. Un libro escrito desde el corazón de un pastor que conoce y se preocupa de la realidad de la marginación social y eclesial a la que se han visto abocadas muchas personas a lo largo de la historia por razón de sus tendencias sexuales y que hoy, tal vez indiscriminadamente, aparecen como un colectivo bajo el amparo de las siglas LGTBI, a la que otros también añaden la Q (queer), referida a un genero fluido, no fácil siempre de catalogar e incluso comprender.

El debate está servido y ahí veo la utilidad y necesidad del libro. El jesuita P. Martin, con este libro, está haciendo un buen servicio a la Iglesia, pues, de hecho, nos abre a la problemática que viven muchos cristianos bautizados y apela a nuestra sensibilidad. A su vez, nos previene ante algunas actitudes incorrectas que hemos vivido y vivimos respecto a ellos. No es algo nuevo ni novedoso. El catecismo ya nos hablaba de ello y nos advertía sobre la actitud evangélica que la Iglesia tiene que tener al respecto. Tanto el catecismo como este nuevo libro del P. Martin nos recuerdan que, en línea con el Evangelio, la Iglesia ha de ser sensible, respetuosa y mostrar compasión hacia las personas que viven cualquier tipo de marginación. La praxis de la Iglesia no puede dejar de estar en consonancia con la praxis inclusiva de Jesús, a quien seguimos.

Con todo, a mí el libro me ha dejado con las ganas, pues me parece que podía haber profundizado más en las cuestiones filosófico-antropológicas y propiamente teológicas. En ellas encuentra la fe los fundamentos para una comprensión en mayor profundidad de la seria y difícil cuestión que nos traemos entre manos. Detrás está la cuestión de la Creación de Dios. Si nos quedamos solo en el plano descriptivo de la realidad -siempre parcial ideológicamente- sin entrar a fondo en estas cuestiones, corremos el peligro de no abordar los importantes matices que están en juego desde la fe y aportar más racionalidad a una cuestión altamente sensible emocionalmente. No puedo entrar aquí a profundizar en ello, pero creo que el libro tiene, entre otros muchos innegables valores, este déficit. A mí, personalmente, me parece importante.

Matices necesarios

Además de este déficit en la fundamentación antropológico-teológica de la cuestión, echo de menos en el libro la matización sobre dos cuestiones muy puntuales que a mí me han llamado la atención. Una de ellas está relacionada con la sexualidad y la vida de los sacerdotes. Es un tema que está en relación con las afirmaciones sobre los sacerdotes homosexuales que hace el Papa en las respuestas que aparecen en la entrevista que hice a Francisco en agosto y que ha aparecido publicada en once lenguas bajo el título “La fuerza de la vocación”. Creo que lo que dice Martin en el libro no se opone a lo que dice el Papa, pero alguna entrevista posterior concedida por el autor ha podido crear cierta nebulosa.

Me refiero a lo siguiente. En el libro de James Martin, el autor hace una doble afirmación que, a mi juicio, es una generalización que debería matizarse más. Ciertamente, la afirmación da para un buen titular de periódico. En el primer capítulo del libro, el P. Martin dice que conoce a cientos, miles de sacerdotes gays que viven una vida santa. Se pregunta: ¿Cómo sabemos que son gays? Y contesta: lo sabemos por sus escritos y porque algunos lo han manifestado expresamente. Sin duda, es claro que hay sacerdotes gays. Es un dato de hecho. Sin embargo, el P. Martin, no es igual de contundente en la respuesta a la segunda parte de la afirmación. Podríamos preguntarnos ¿Y cómo sabemos que son santos? Apelar a la estadística no puede ser algo válido en este caso como respuesta. Me quedo, una vez más, con las ganas de una respuesta más matizada y a la altura de la contundencia de la afirmación que hace el jesuita Martin. A mi juicio, la afirmación es una generalización que se comprende en la línea del tono pastoral del libro, pero podría no ajustarse a la verdad. Queda la duda ante tal afirmación de la santidad de esos curas gays. Es cierto que muchos curas gays viven el celibato y quieren vivir su vida de una forma correcta buscando la santidad. Soy testigo yo también de que así es en muchos de ellos. Pero no es menos cierto decir que hay muchos otros sacerdotes, no me atrevería a decir si son cientos o miles, que, por desgracia, viven una doble vida. Los que ejercemos el ministerio en el confesonario podemos dar buena fe también de ello. La santidad de una vida la proclama la Iglesia, si es el caso, no nosotros con nuestras palabras o desde nuestra percepción subjetiva.

Creo que la llamada del papa Francisco a los sacerdotes gays que viven una doble vida es correcta, necesaria y hace mucho bien a la Iglesia que sea tenida en cuenta. Las normas de la Iglesia referidas a los candidatos al sacerdocio y a la vivencia del celibato sacerdotal y de las personas consagradas son normas objetivas que la Iglesia, desde su sabiduría, ha creído convenientes para el bien del Pueblo de Dios. No pueden dejar de ser tenidas en cuenta y la Iglesia no puede dejar de ser exigente en ello. En otras respuestas que aparecen en mi libro-entrevista con Francisco, por cierto, esa misma exigencia de fidelidad aparece referida también a los sacerdotes heterosexuales y a la vida de todo bautizado.

El paraguas de la expresión “LGTBI”

El P. Martin ha escrito un libro desde su corazón de pastor que puede ser un motivo para que en la Iglesia ganemos en esa sensibilidad, respeto y compasión hacia las minorías que han vivido y viven marginadas por sus tendencias sexuales. Desde la experiencia limitada y quizá escasa que vivo como sacerdote trabajando algo en esas fronteras, confirmo que muchos gays han vivido y viven la marginación social y eclesial.

Quisiera hacer yo una llamada expresa para que la Iglesia y las instituciones sociales atiendan de forma especialmente urgente a las personas Transexuales. Es una problemática completamente diferente la que ellas viven. Nada que ver con la realidad de gays o lesbianas. Aun a riesgo de cierta generalización, creo que, por desgracia, la gran mayoría de personas Trans está viviendo en el mundo de la exclusión severa y sobreviviendo, en muchísimos casos, en el mundo de la prostitución. Creo que las siglas LGTBIQ se han convertido en un amplio paraguas que alberga realidades muy diferentes que, sin quererlo, pueden ocultar y velar la verdad y gravedad de lo que están viviendo muchos hermanos nuestros.

Cuando en España y en otros países -desconozco la realidad norteamericana en este sentido- se habla de “colectivo LGTBIQ”, se puede cometer ocultar la problemática de algunas realidades sangrantes que están bajo el demasiado amplio paraguas de esas siglas. Quien lea desde España el libro del P. Martin, quizá no sea capaz de comprender con claridad lo que significa esa expresión “colectivo LGTBI” o “colectivo cristiano LGTBI”, pues -aunque va ocupando su lugar- es algo bastante desconocido, con límites imprecisos en nuestro país, si bien es cierto que desde hace años existen algunas pequeñas agrupaciones que así se autodenominan y con la que muchos se pueden sentir identificados. También es cierto, y soy de testigo también de ello, que, curiosamente, muchos cristianos y cristianas gays, lesbianas y transexuales no se identifican con estas asociaciones. Como digo, desconozco la realidad norteamericana o anglo-sajona en este sentido. Lo cierto es que en nuestro país, aunque se va abriendo camino, ese colectivo no está tan trenzado.

En definitiva. Más allá de las matizaciones y reflexiones que me provoca la lectura de “Tender un puente”, creo que el libro de Martin es un libro estupendo que puede iniciar un debate en mayor profundidad sobre la cuestión de la integración de las minorías discriminadas por razones sexuales en la Iglesia. La palabra del jesuita P. Martin -aunque haya sido llamado desde instancias vaticanas al encuentro sobre la familia en Dublin- no es la palabra de la Iglesia sobre el tema, ni mucho menos. Es, sin embargo, una voz que reclama atención. No es necesario estar de acuerdo con lo que dice, pero es necesario escucharlo. “Tender un puente” es, sin duda, un libro recomenable.

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