MONS. LUIS ÁNGEL DE LAS HERAS:  «UN APLAUSO EN FORMA DE ORACIÓN SENCILLA LO PODEMOS HACER TODOS LOS DÍAS»

MONS. LUIS ÁNGEL DE LAS HERAS: «UN APLAUSO EN FORMA DE ORACIÓN SENCILLA LO PODEMOS HACER TODOS LOS DÍAS»

Luis Ángel de las Heras, obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, celebra en esta entrevista las renovadas ganas de conexión con las que la Iglesia española está preparando, en plena desescalada, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Paz interior, humildad y alegría, dice, son "algunas de las esencias" del camino tomado por los consagrados.

(Religión Digital.-) Luis Ángel de las Heras, obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, celebra en esta entrevista las renovadas ganas de conexión con las que la Iglesia española está preparando, en plena desescalada, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Paz interior, humildad y alegría, dice, son «algunas de las esencias» del camino tomado por los consagrados.

¿Qué quieren subrayar con el lema de este año («Con María en el corazón de la Iglesia») de la Jornada Pro orantibus?

La Virgen María y la Iglesia han sido el lema para las diferentes jornadas de la vida consagrada en España este año. En la Jornada Mundial de la Vida Consagrada del pasado 2 de febrero la consigna fue «La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente». Entonces, mostrábamos a María como modelo de esperanza para todos los consagrados que tratan de ser cercanos a tantas realidades de nuestro mundo marcadas por el dolor.

Con este lema de la Jornada Pro orantibus, presentamos a María como signo para la vida consagrada contemplativa, que está llamada, como Ella, a habitar el corazón del cuerpo místico de Cristo, de la Iglesia. Desde el corazón, con amor materno, las personas consagradas contemplativas acompañan a sus hermanos y hermanas siempre, pero sobre todo en la desgracia, como han hecho en esta pandemia, de tan graves consecuencias.

¿Hay que rezar por los que rezan continuamente por todos nosotros?

Es justo y necesario, ¿no? Digamos, por lo cercano y significativo del gesto, que es un aplauso en forma de oración sencilla que podemos hacer todos los días. Al menos, el día que nos acordemos, por lo necesarios que son para la Iglesia y para el mundo. Últimamente, por diversos medios, he recordado que Santa Teresa de Jesús cuenta en su Libro de la vida cómo el Señor le hizo darse cuenta de la importancia de la vida consagrada y de la existencia de los monasterios que le pedía fundar, con mucho sacrificio, con este sencillo pensamiento: “qué sería del mundo si no fuese por los religiosos”. Recemos por ellos y recemos para que respondan a esta vocación —con “determinada determinación”— las personas que reciban la llamada.

Por cierto, ¿está siendo eficaz la oración de las/los contemplativas en estos momentos tan dolorosos de muerte y desolación por la pandemia?

Como cabía esperar, y tanta gente les ha pedido, han intensificado la oración contribuyendo a esa corriente de esperanza, paz y consuelo en medio del drama y la incertidumbre. Las personas consagradas contemplativas son expertas en orar, en presentar a Dios, con fe, los problemas del mundo. Son expertas también en transmitir la confianza, la consolación y la esperanza que viene de Él a quienes lo necesitan.

Creo que sí puede considerarse eficaz una oración de quienes han vivido con intensidad la preocupación por esta pandemia en nuestro país y en el mundo entero. Igual que cuando hay cualquier situación difícil y se les pide orar. Han centrado su oración en todas las personas afectadas y sus consecuencias: enfermos, fallecidos, familiares, los profesionales de la salud, cuerpos de seguridad y todos los servidores sociales y voluntarios que cada día estaban en primera línea. Aquellos por quienes hemos aplaudido unos minutos a las ocho de cada tarde, estaban presentes en su oración muchas horas al día. Igual que estaban en su oración quienes lloraban y sufrían por la pérdida de seres queridos en estas circunstancias, por las separaciones forzadas y tristes, por la incertidumbre laboral y económica.

Y, como no puede ser de otro modo, a esta oración le ha seguido una acción comprometida. Se han volcado en confeccionar mascarillas, batas o pantallas, donar alimentos, que hasta necesitaban, o regalar dulces a hospitales o centros de coordinación de servicios de la emergencia sanitaria.

Se han dedicado a trabajar para lo que era necesario en ese momento. Oración y trabajo, como he repetido ya en algunos sitios, a un solo golpe de amor y alegría que también les ha permitido dar consejos para vivir bien el período de reclusión a inexpertos en aislamiento que necesitaban y querían aprender a sobrellevar la situación de personas expertas en clausura voluntaria.

¿La vida contemplativa en España goza de buena salud? ¿Cómo está en números y en presencias? ¿Seguimos siendo la primera potencia mundial en ese ámbito?

Como sabemos todos, las circunstancias han cambiado en muchos aspectos. Pero no se trata solo de cuestiones superficiales o aparentes. Los cambios profundos y positivos van llegando. Así, hay una responsable toma de conciencia de la situación de cada comunidad monástica con sus limitaciones y posibilidades. Se abren a la ayuda de entre monasterios. Hay algunos oasis vocacionales en algunos lugares. En todos están bien presentes las exigencias de la vida consagrada, fieles a sus orígenes. Ha crecido mucho la importancia de la formación permanente, especialmente entre las monjas. Durante este tiempo de “coronavirus” algunos monasterios han pasado necesidad. Desde luego, han tenido ayuda fraterna, de instituciones y personas fuera de la vida contemplativa y también de la CEE. Al mismo tiempo, ha habido preciosos testimonios de monasterios que, con gratitud y alegría, han querido experimentar los efectos de la pobreza en estas circunstancias, en compasión y solidaridad con quienes sufrían escasez y miseria, sobre todo en estos momentos.

Respecto de las estadísticas, con datos de diciembre de 2019, hay 8.273 mujeres y 458 varones de vida contemplativa en España, que suman un total de 8.731. Los monasterios masculinos son 35 y los femeninos 716. Casi nueve mil personas consagradas contemplativas, aunque bastantes sean mayores, es, evidentemente, una potencia, sin comparar con otras naciones. Pero, sobre todo, es una potencia de oración y vida que llena el corazón del ser humano que escucha a Dios.

Y sin embargo, se siguen cerrando conventos y monasterios…

Aunque se cierren conventos y monasterios, la significatividad no se pierde por una disminución del número. Como acabo de decir, la fuerza de esta vida no está en el número, sino en su esencia. El papa Francisco lo ha dicho dirigiéndose a la vida consagrada: “no hay que ceder a la tentación de los números y de la eficiencia”.

Y uno de los elementos esenciales de la vida consagrada es el don de la profecía. En la vida contemplativa, profecía de silencio, escucha y alegría en medio de una realidad de ruidos, sorderas y tristezas existenciales. Una profecía que no es de desventuras, sino que nace de revestirse de Jesucristo y portar las armas de la luz, como exhorta san Pablo, permaneciendo despiertos y vigilantes, según afirmó Benedicto XVI el 2 de febrero de 2013.

¿Qué hacer para dar a conocer mejor y que el pueblo de Dios valore más la vida contemplativa?

Toda la Iglesia, comenzando por los pastores, tiene que asumir el compromiso de dar a conocer y valorar más la vida contemplativa, que, por otra parte, creo que está siendo cada vez mejor valorada. Celebrar esta Jornada ayuda, como momento singular. Pero ha de haber un continuo empeño de conocimiento y estima de la vida consagrada contemplativa. En algunas diócesis se han desarrollado iniciativas loables para lograr este objetivo.

¿Qué más hacer? Pues sigue habiendo historias de vida consagrada contemplativa que podríamos conocer. Como ha dicho el papa Francisco en su mensaje para la jornada de las comunicaciones sociales de este año, necesitamos respirar la verdad de las buenas historias constructivas, para reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. Necesitamos la narración humana que hable de estos hombres y mujeres y de la belleza de su vida. Una vida de personas consagradas, que, sin lugar a duda, miran con ternura al mundo y cuanto sucede en él, rezan con esa ternura y nos descubren el tejido vivo que compartimos y, por tanto, nos une.

Finalmente, es fundamental el encuentro directo. Pasar algún momento o tiempo en los monasterios nos ayuda a conocer y apreciar mejor esta forma de vida en la Iglesia y vivir con más sentido, hondura, gozo y compromiso el discipulado misionero cristiano.

¿Cómo explicar a la gente de hoy que la ‘vida oculta’ de las contemplativas es fecunda?

Algo he dicho en la respuesta anterior. Pero quizá nos ayude pensar que la vida contemplativa es fecunda porque es “esencial”, tiene lo “esencial” y nos descubre y lleva a lo “esencial”. Durante el confinamiento hemos pensado y nos han hecho pensar en lo que es esencial en la vida personal, en las instituciones y en la sociedad.

La vida contemplativa recuerda y produce elementos esenciales que todos debemos buscar para vivir una vida digna de calidad humana y cristiana. Ante todo, esta vida se funda en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. No olvidemos que celebramos esta Jornada en la fiesta de la Santísima Trinidad. Después, busquemos en los monasterios sobriedad y austeridad, serenidad y paz, silencio y escucha interior, relaciones fraternas, oración y trabajo, pobreza de bienes compartidos… No he enumerado todas las esencias, por supuesto. Como descubrió la Santa de Ávila, necesitamos, en la Iglesia y en el mundo, personas consagradas que encarnen esta vida esencial.

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