JOSÉ M. VEGAS: «ES NECESARIO REIVINDICAR LOS VALORES OBJETIVOS» (50ª SEMANA NACIONAL DE VIDA CONSAGRADA)

JOSÉ M. VEGAS: «ES NECESARIO REIVINDICAR LOS VALORES OBJETIVOS» (50ª SEMANA NACIONAL DE VIDA CONSAGRADA)

(www.itvr.org.-) Tras los saludos de la tarde (Nuncio, CONFER, CEE…) comenzó la disertación del claretiano José María Vegas, doctor en Filosofía por la Universidad Estatal de San Petersburgo, ciudad en la que desarrolla su misión como profesor de Filosofía y Teología Moral en el Seminario Católico de esta misma ciudad rusa.

Así, el P. Vegas comenzó con una conferencia que llevó por título ‘El valor de una sociedad … ¿con valores?’. Un texto sólidamente argumentado, -no en vano el misionero se doctoró con una tesis de más de trescientas páginas de crítica al relativismo moral- que comenzó procurando definir qué son los valores. A su juicio, “realidades primarias”. “Las motivaciones de nuestras acciones nos abren al universo del valor”, continuó. “Nos descubren además un universo ordenado, con valores positivos y negativos, que se sitúan contra la convicción hoy ampliamente extendida de que los valores son subjetivos o relativos”, explicó.

En este sentido, el profesor comenzó a perfilar los caracteres específicos de los valores morales diciendo que “quien defiende el subjetivismo, no tiene necesidad de indagar, corregirse o rectificar. Para él, en cada situación, será valioso lo que así le parezca”. Sin embargo, y pese a que hablar hoy de la crisis de valores es algo recurrente, se equivocan quienes los hacen depender de los contingentes cambios de la historia. “Los valores mismos, por su carácter a priori, no pueden estar en crisis”. “En realidad, cuando hablamos de crisis de los valores nos estamos refiriendo a una crisis en nuestra percepción de los mismos”, concluyó.

El subjetivismo

“El carácter específico de nuestra crisis en la percepción de los valores, los hace dependientes del sujeto que los percibe, los hace subjetivos”. Y el subjetivismo, continuó el religioso, “identifica (y confunde) lo que está bien con lo que viene bien […] Y no porque se hayan evaporado todos los valores, sino porque se ha volatilizado la noción misma de valor objetivo y porque se considera que cuando se habla de tal cosa se está hablando de una entidad inexistente con la que designamos simplemente el complejo de nuestras inclinaciones, intereses y deseos”. Trasladar estas conclusiones al campo político y social no hace sino abundar en la idea de que “el poder electivo del pueblo se extiende también a los valores, de manera que es bueno lo que decide la mayoría”. “Pero esta forma de subjetivismo social o grupal, al convertirse los valores en meras proyecciones subjetivas e irracionales, implicaría que la vida social se habría de convertir en una lucha por el poder para así imponer los propios puntos de vista”, reflexionó. Por otro lado, no resulta menos grave trasladar este subjetivismo al campo de la educación. “Se difunde la idea de que los valores son meras expresiones de senti­mientos subjetivos, atacando en consecuencia criterios y valores morales que pretenden objetividad, considera­dos propios de una cultu­ra monolítica y antide­mocrá­tica”. “Se trata de fundamentar esa educación, inevitablemente valora­tiva, no en un orden moral objetivo deseable por sí mismo, sino en consideraciones de utilidad social, de eficacia”. Argumentos que a juicio del claretiano “muestran el carácter absurdo del subjetivismo”. “Si hay posiciones que tratan de imponer por la fuerza verdades morales o religiosas, hay que decir que se trata de perversiones de esa verdad moral o religiosa, en cuya entraña está o debe estar la dignidad de la persona el respeto incondicional a la misma”.

Con todo ello, el conferenciante quiso formular la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible, entonces, que el relativismo y el subjetivismo se hayan impuesto como una especie de dogma indiscutible de la cultura contemporánea? A la cual respondió diciendo que “sirven como ideología justificadora de un hedonismo práctico, pero muy presente en nuestra cultura, que hace del bienestar su valor supremo”. Lo cual tiene una lógica conclusión: niega la libertad del ser humano, “pues le convierten en esclavo de sus pasiones y sus deseos, y no puede hacer otra cosa que someterse a ellos”.

Totalitarismo del relativismo

De esto ya se había dado cuenta Josef Ratzinger, cuando designó esta cultura como el ‘totalitarismo del relativismo’. Aquellas palabras de Benedicto XVI fueron hoy recordadas por el misionero: “La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. […] Mientras que el relativismo, es decir, dejarse “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos”.

Para finalizar, el religioso claretiano pasó a hablar de la ideología de género: “En ella el ser humano está tratando de definir caprichosamente lo que es bueno y lo que es malo, llegando a negar las evidencias de la condición masculina y femenina, que antes del pecado original, eran claras en la inocente desnudez del varón y la mujer. Parece que hoy en día, en esta nueva voluntad de ponernos en el lugar de Dios, nos inclinamos a disfrazarnos con los más variados ropajes, con tal de no admitir la evidencia de nuestra condición natural. La consecuencia es que, como en el cuento del Rey desnudo de Andersen, todos (o casi) ponderan esta ideología, porque si no lo haces, serás arrojado a las tinieblas exteriores de los reaccionarios contrarios al progreso”. También quiso valorar el neolenguaje, “que a mi modo de ver, es, precisamente, lo contrario de lo que pretende: excluyente, sexista y desigualitario, pues se basa en la idéntica dignidad humana sin distinción de sexo (y orientación sexual), condición social, raza, religión, etc.”

Por último, constató como en nuestros días se está dando una notable falta de pudor. “Sin negar que es cosa buena tratar la dimensión sexual sin mojigaterías, ello no significa que se deban sacar las intimidades a la plaza pública”. Pues a juicio del profesor, “el pudor físico no significa que el cuerpo sea impuro, sino que yo soy infinitamente más que este cuerpo mirado o tomado”; y finalizó refiriéndose a la impudicia psicológica y espiritual con la que se exhiben todo tipo de miserias emocionales, “y que suelen terminar minando los cimientos de la dignidad”.

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