MONS. CARLOS OSORO: «QUIERO QUE CONOZCAMOS Y VALOREMOS CADA DÍA MÁS LA VIDA CONSAGRADA»

LA BELLEZA DE LA VIDA CONSAGRADA (Carta semanal)

Porque deseo que la Iglesia cada día exprese más la belleza que tiene, esa que le viene dada por Nuestro Señor Jesucristo, quiero que la vida consagrada la conozcamos y la valoremos cada día más. Estoy presentando también el “Itinerario Diocesano de Renovación” a la vida consagrada. Y es que la invitación y llamada a realizar este “Itinerario” llega a todos. Toda la Iglesia Diocesana desea entrar en esta corriente de gracia y de amor de Dios y mostrársela a todos los hombres.

Estamos llamando, todos los que formamos parte de esta Iglesia Diocesana, a que entremos a realizar este viaje que nos va a llevar a un encuentro con Jesucristo. Hoy, de un modo especial quiero realizar expresamente esta llamada a la vida consagrada. La belleza de la Iglesia que anuncia a Jesucristo se manifiesta con una claridad evidente cuando juntos hacemos de la Iglesia que sea casa y escuela de comunión. Los consagrados tienen una fuerza especial para realizar esto con su carisma propio. A través de él, están sirviendo y entregando su vida en la Iglesia que camina en Valencia. ¡Qué ejemplo sería para todos, el que también entrasen a vivir el “Itinerario Diocesano de Renovación” en su propia comunidad religiosa o insertándose en los grupos que van a formarse en cada parroquia!

¿Qué digo cuando hablo de la vida consagrada? Me estoy refiriendo a quienes viven en la práctica permanente los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia desde su carisma especial y singular entregado por el Señor a sus fundadores. Me estoy refiriendo a quienes la consagración del bautismo, como seguimiento y configuración con Jesucristo, les lleva hasta ese seguimiento radical, que es una respuesta sincera a ese “sígueme” que exige vender todo o dejar todo (cf. Mt 19, 21-27). Y esto ha sucedido desde los inicios mismos de la Iglesia, pues ya en los Evangelios aparecen personas que sin formar parte del grupo de los doce apóstoles, lo dejan todo para seguir a Cristo y compartir la vida esponsalmente con Él (cf. Lc 8, 2-3; 10. 1; Jn 2, 12; 1 Cor 7, 34).

¿Cómo se desarrolla esta vida consagrada a través de los tiempos? Ha presentado diversas modalidades: las vírgenes, la vida eremítica, monacal y contemplativa, vida religiosa (órdenes, congregaciones), institutos seculares, asociaciones. Hay algo en común en todas las formas, como es el seguimiento radical de Cristo y también unas líneas peculiares de espiritualidad que podrían concretarse así:

1) Desposorio con Cristo para correr su suerte y que se manifiesta por la alegría de pertenecer exclusivamente a Dios y que se vive en relación a la Eucaristía (nueva Alianza). La vida esponsal con Cristo significa compartir la vida con Él. Esta vida solamente se entiende a la luz de Cristo. La Virgen María es el primer modelo de vida consagrada, pues se entregó totalmente a Dios;
2) Seguimiento de Cristo casto, pobre y obediente. Su modo de vivir es dar la vida por todos sin buscarse a sí mismo. Esta experiencia se convierte en un signo escatológico, pues toda la existencia queda penetrada por el amor de Dios y de los hombres;
3) Disponibilidad para el servicio y la misión de la Iglesia, que es consecuencia del amor a Cristo que se prolonga en la persona consagrada. Necesariamente se manifiesta en un amor incondicional a la Iglesia, que viven cada día más y más para Cristo y para su cuerpo que es la Iglesia;
4) Vida fraterna, que concreta la hermandad querida por Cristo para todos sus seguidores y que quiere ser una concreción de la primera comunidad cristiana que escuchaba la palabra, oraba, celebraba la eucaristía, compartía los bienes y salía hacia todos los hombres para anunciar el Evangelio y hacer el ejercicio de la caridad.

¿Cuál ha de ser la tarea de la vida consagrada? La de ser testigos de una verdad necesaria para vivir como es el encontrar sentido a la vida humana. Se trata, en definitiva, de hacer ver en nuestra sociedad cómo la dimensión crítica y calculadora del hombre, le conduce siempre a una racionalización total de su vida, que no le arranca de una esclavitud fundamental: la que sufre el ser humano cuando no busca y por tanto no encuentra, y por ello no puede descubrir el sentido de su vida y el significado de su empresa como persona. La vida consagrada simple y llanamente, con su alegre y serena simplicidad, nos comunica con toda claridad que los hombres y las mujeres de este mundo nos orientamos sólo por referencia a dos coordenadas: los dos tramos de la cruz de Cristo. Es decir, cuando somos capaces de mirar hacia arriba y hacia abajo, y cuando somos capaces de mirar a quienes tenemos a nuestro lado.

Cuando levantamos los ojos descubrimos la mirada de amor que recibimos de Jesús. Él nos llama a cada uno por nuestro nombre diciéndonos: “tú me perteneces”. Esta llamada tiene una radicalización en la vida consagrada. Quien se consagra a Dios, se convierte en testigo de la respuesta que Dios da a los hombres y de la luz que Dios nos entrega. ¡Qué maravilloso es ser testigo del milagro permanente que es el vivir, del milagro que es la vida misma en su origen y en su permanencia, del milagro que es el marchar por la vida de la mano de Dios y soñar y quitar la sed con el agua de una fuente construida no con el esfuerzo del hombre, sino con y desde el amor de Dios! Cada miembro de la vida consagrada es afirmación explícita de un Jesús histórico que es Cristo viviente, hacia el que hemos de encaminar a todos aquellos que sin nombrarle le esperan, y sin conocerle ya le aman.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

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    Te felicito, Fernando, por divulgar esa carta de Mons. Carlos Osoro, a quien aprecio desde los tiempos estudiantiles en la Pontificia de Salamanca. Es un testimonio valioso a favor de la vida religiosa que se sitúa, por vocación, en el corazón de la Iglesia. En la Iglesia que Mons. Carlos desea servir como pastor, y con la que está desposado. Con estima personal, Ismael

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