BRAZ DE AVIZ: «LOS OBISPOS Y SUPERIORES DE LA IGLESIA DEBEMOS TENER UNA IDEA MÁS POSITIVA DE LOS RELIGIOSOS» (L´OSSERVATORE ROMANO)

Por su alto interés, reproducimos esta interesante entrevista realizada por Nicola Gori para L´Osservatore Romano a Mons. Joao Braz de Aviz, Arzobispo prefecto de la CIVCSVA.

(L´OR- Roma, 1.06.11.-) ¿Es importante tener hoy en consideración a la vida consagrada?

No sabría imaginarme la historia de la iglesia sin la vida consagrada. Ella le pertenece. Está presente desde comienzo de los primeros siglos, desde el nacimiento de los eremitas y de los monasterios hasta el nacimiento de las órdenes y las congregaciones. Cada época está llena de santos que han quedado marcados por una página del Evangelio que han querido poner en práctica. Esto es maravilloso, pues desde los inicios de la Iglesia hasta hoy los fundadores han ofrecido un punto de referencia para cuantos han querido seguirles: la palabra del Evangelio vivida. Debemos, por tanto, reconocer los impulsos de la gracia de Dios que han permitido a los fundadores y a sus discípulos el llevar adelante un aspecto del mensaje evangélico. Seguir la pobreza, la obediencia y la castidad no es fruto simplemente de un mandamiento, sino de una llamada cuya respuesta es dada en libertad. Este es el sentido profundo que la vida consagrada ofrece: la certeza de un Evangelio vivido.

¿Se podría prescindir en la Iglesia de la vida consagrada?

Creo que no. Dios continua suscitando también hoy, como ha hecho en el pasado, esta forma de vida en la Iglesia. Esta es expresión de una llamada diversificada. Actualmente son cerca de 2000 las ordenes y congregaciones, la mayor parte femeninas. Un número en crecimiento. Estamos en una época en la que se advierte el deseo de profundizar en esta forma de vida que es un don inmenso para la Iglesia. No consigo ver cómo la comunidad eclesial no pueda tener más necesidad de estos carismas, aun de los recientes. Todos son importantes, pues son expresión de la vitalidad de la Iglesia, aunque han de ser auténticos. Por una parte, debemos tener la valentía de guardar a los fundadores como modelos de fidelidad a la regla; por otra parte, hemos de prestar atención a la cultura actual, porque Dios habla a las personas con los signos de los tiempos. Siempre hay algo que se adapta al momento presente dentro de las congregaciones y los capítulos y que, con ayuda de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, se celebran tratando de llevar adelante esta adaptación. Pero hace falta que se haga bien, teniendo en cuenta el testimonio evangélico.

La reciente asamblea de la Unión de Superiores generales ¿ha conseguido comunicar al resto de la Iglesia quiénes son hoy los religiosos y religiosas?

Soy prefecto desde hace poco. Por tanto, tengo que entrar más en la misión que se me ha encomendado. Doy gracias a Dios que, desde hace 50 años, tras la celebración del concilio Vaticano II ha comenzado un movimiento de unidad entre los superiores, las superioras y las congregaciones. Creo que el empeño de las uniones de superiores y superioras generales en llevar adelante este proceso, es uno de los factores más importantes para la vida religiosa. En nuestra época globalizada, en la que los medios de comunicación y transporte son tan rápidos, en una sociedad en la que se enfatiza el individualismo y se va en dirección contraria, esta tendencia a la unidad es un movimiento del espíritu.

¿Qué le ha impactado más de la reciente asamblea de la USG, la primera en la que ha tomado parte?

Me ha impactado que la USG se reuna dos veces al año. He podido ver que los participantes eran muchos: esta vez eran 125 superiores generales, que representan a 125 familias religiosas reunidas. Esto es algo muy bello. Por otro lado,  si se encuentran con frecuencia, pueden ver las cosas desde un punto de vista común, buscando profundizar en aquello que es esencial a la vida religiosa. En estos días estoy leyendo las relaciones o ponencias que ha habido en la asamblea para conocer en qué dirección van. Por lo que he leído me parece que hay un deseo profundo de entendimiento, de ayuda, de ver las cosas juntos.

¿Cambia algo en la relación entre la Santa Sede, la vida consagrada y la unión de superiores generales?

Pienso que los organismos de gobierno y animación deben tener cada vez más una relación de confianza mutua. A veces, nuestra historia está marcada por tensiones y dificultades que crean un poco de sombra en las relaciones. Esto es normal. No existe ninguna realidad en la que el contacto entre personas y estructuras no encuentre tales dificultades. Pero si a la base está la confianza mutua, todo se supera. Es esto lo que debemos redescubrir en la congregación para los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica.

¿Qué peso tiene en las relaciones la confianza?
Es algo esencial. Si el otro está abierto al diálogo, y si yo lo estoy, podemos avanzar en medio de la dificultad, pero no si sucede al contrario. Ha habido tensiones que todavía han de ser superadas del todo, pero no es difícil hacerlo si pensamos que la unidad y la comunión son una meta que Jesús ha querido y que nosotros debemos alcanzar. El aislamiento y el caminar por cuenta propia no es bueno. Hemos percibido que la Congregación ha estado algo lejos de los religiosos en los últimos tiempos. Ahora, con el Arzobispo Joseph W. Tobin, secretario del dicasterio y otros colaboradores hemos decidido que uno de los objetivos que queremos conseguir es acercar, con sencillez, a las personas. He visitado la Unión de Superiores Generales, la Unión Internacional de Superioras generales y otras adociaciones de consagrados para crear una relación de fraternidad y de amor. Solo después de haber establecido un diálogo así podemos entrar en las cuestiones y aclarar si son problemas. Creo que esto produce mucho más fruto que tener una actitud de prevención.

¿Qué es lo más importante que los religiosos deberían hoy considerar?

En este momento creo que tenemos que hacer de la vida religiosa una experiencia profunda de Dios. No veo otra alternativa, pues nuestra vida no existe para hacer tantas obras, sino para estar con Jesús. Es lo primero, lo más esencial. Además, hace falta tener la certeza de que quien nos ha elegido ha sido él, y no nosotros. Cada cual ha sido llamado por caminos diversos, pero todos los carismas, pequeños o grandes, son caminos que nos brinda la voluntad de Dios. Tomemos este camino como un don. No estamos hechos para mantener las estructuras, para proteger nuestros sueldos o para ser más grandes que los demás. Hemos sido llamados a seguir a Jesús en un camino que la Iglesia ha reconocido. Hemos querido caminar adelante con libertad interior. Esto me parece importante. Lo otro fundamental es no aislarse. Si cada uno mira solo al propio carisma, si no se une a la Iglesia y no se inserta en la vida, tendrá más dificultad en vivir el propio carisma. Pienso que no solo los religiosos han de buscar el camino de evangelización, sino también nosotros los obispos y superiores de la Iglesia debemos tener una idea más positiva de los religiosos. De hecho, uno de los problemas es el diálogo entre el carisma y el ministerio y debemos ver y hacer que esta relación sea cada vez más constructiva. El religioso es importante para la Iglesia. El obispo es fundamental para el religioso. Esta relación se debe alentar y favorecer. A veces, no se trata tanto de resolver cuestiones doctrinales o de derecho, sino de sanar las relaciones, acercarse y dar valor al otro, de mirar las cosas con calma, de saber escuchar. Digo esto después de tres meses desde que estoy en la Congregación, porque he visto que nuestra misión aquí es la de escuchar. Allí donde haya una llaga o una ruptura, si escuchamos con amor intentando entender cuál es la verdad de fondo, el resultado, en terminos de resolución del conflicto, es mayor.

di Nicola Gori
©L’Osservatore Romano

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