LA COMUNICACIÓN, ÁMBITO PRIVILEGIADO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La tarde del 17 de octubre, durante el Sínodo sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana se dio la palabra a algunos auditores y auditoras. Intervino entre otros y otras Sor M. Antonieta Bruscato, superiora general de las Hijas de San Pablo. Ofrecemos su intervención, pues nos parece interesante por su relación con los medios de comunicación.

«En mi intervención me he referido de modo particular a los números 59-62 del Instrumentum laboris, que encuentro significativamente oportunos, hoy, para la Iglesia frente al desafío de la cultura mediática y digital, ”lugar” de la vida pública y de la experiencia social, y espacio de una evangelización verdaderamente nueva, para poder difundir en un amplio radio la buena noticia del Evangelio y hacer a todos «la caridad de la verdad», como solía repetir el beato Alberione, nuestro Fundador.

Alabo y bendigo a Dios por la creciente sensibilidad eclesial hacia la comunicación, reconocida como nueva civilización (Ecclesia in Africa 71), primer areópago del tiempo moderno (Redemptoris missio 37), verdadera y propia cultura: o sea, un modo de existir, de estar en el mundo, un ambiente de vida.
Pablo VI era bien consciente de ello, por eso en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi afirmaba: «La Iglesia se sentiría culpable frente a su Señor si no utilizase estos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada día más; sirviéndose de ellos, la Iglesia “predica sobre los tejados”» (n. 45).
Las luminosas intervenciones de los últimos Pontífices, sobre todo con ocasión de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, han impulsado y sostenido a las Iglesias locales y otras organizaciones eclesiales, para utilizar con profesionalidad los distintos instrumentos de comunicación y, hoy más que nunca, los new media para el anuncio del mensaje de salvación.

Las nuevas tecnologías son una oportunidad para “narrar” a Dios, un extraordinario “puente” de interacción entre las personas. Como expresó el Santo Padre en el mensaje para la 43ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales (2009), «el deseo de conexión y el instinto de comunicación, que tanto se dan por supuestos en la cultura contemporánea, no son en realidad otra cosa que manifestaciones modernas de la fundamental y constante propensión de los seres humanos a ir más allá de sí mismos para entrar en relación con los otros».
La comunicación en red expresa el rostro de la edad contemporánea. Comporta implicación, interdependencia, sinergia y creatividad, y suscita formas absolutamente inéditas de comunicación, ligada a un anhelo profundo del alma, nostalgia incurable de todo viviente hacia el Otro, hacia la necesidad de partir juntos el pan.
Por tanto, comunicación es relación, y el proceso fundamental que lo regula es un proceso de “relaciones”.
Cuando en skype veo aparecer, en el ángulo izquierdo de la pantalla, el número de las personas conectadas, me quedo siempre profundamente impresionada comprobando la posibilidad que tiene cada uno de nosotros de entrar en comunicación con 10, 20, 40 millones de personas… ¿Y qué decir del considerable número de sitios web existentes? Todo hoy –industrias, universidades, instituciones varias, escuelas y universidades, diócesis, parroquias, simples individuos– tienen su sitio, construyen su blog, interactúan en los social network… En internet hay bibliotecas con millones de libros, informaciones sobre cualquier tema, una selva inextricable de contenidos.

Pero en este “bosque” también puede uno perderse… Pueden perderse los que han nacido en ella (los llamados nativos digitales), pero también la generación de los migrantes digitales, en la que estamos también nosotros. El n. 62 del Instrumentum laboris indica algunos riesgos de la cultura digital que, sin embargo, no impiden las potencialidades positivas de la nueva comunicación, capaz de ofrecer «mayor posibilidad de conocimiento, de intercambio, de formas nuevas de solidaridad, de capacidad para promover una cultura cada vez más de dimensiones mundiales, haciendo de los valores y los mejores desarrollos del pensamiento y de la actividad humana patrimonio de todos».

La gran pregunta para la Iglesia es: ¿Cómo valorar las oportunidades que ofrecen los new media en clave de comunicación evangélica «para hacer audible también en estos lugares de hoy el patrimonio educativo y de sabiduría custodiado por la tradición cristiana?» (IL 62).

La comunicación es, por tanto, un ámbito privilegiado de la nueva evangelización. Y sigue siéndolo… En el lejano 1926, el beato Santiago Alberione escribía: «El mundo necesita una nueva, amplia y profunda evangelización… Se necesitan medios proporcionados, y almas inflamadas de fe».
Don Alberione estaba preocupado porque las Iglesias se vaciaban, porque –como decía– «las cuatro piadosas mujeres que comulgan cada mañana, los cuatro jóvenes que se reúnen en torno al párroco por las tardes, no son toda la parroquia, no son todo el pueblo: muchas otras ovejas están fuera del rebaño y no vienen al Pastor porque no lo conocen, porque tal vez se le oponen porque no lo conocen. Hay que salvar a todas las almas…».
A este gran desafío el beato Alberione respondió con la utilización atenta, y profesionalmente cualificada, de los instrumentos y de las tecnologías de la comunicación, en el deseo de «llevar todo el Cristo al hombre y dar todo el hombre a Dios, por Cristo Jesús», siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo que se hizo  «todo para todos» (1Cor 9,22).
Este es el gran desafío al que debemos responder nosotros también hoy.

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