HEMEROTECA: BENEDICTO XVI SOBRE LA VIDA CONSAGRADA

Como ya indicamos hace días, el próximo día 26 de noviembre, el Papa Benedicto XVI recibe a la Unión de Superiores Generales. Es la primera vez que lo hace. En el ambiente circulan diferentes discursos y opiniones (incluso contrapuestas) sobre el lugar que la vida consagrada ocupa en la Iglesia, sobre su vida y su misión en el mundo actual, caracterizado en occidente por vivir en medio de una cultura marcada por la secularización.

Benedicto XVI no ha sido muy prolijo en palabras sobre la vida consagrada en sus ya cinco años de pontificado, aunque siempre que ha hablado de ella lo ha hecho con profundidad, mesura, cariño, estima y, sobre todo, alentando a aquellos y aquellas que comparten esta forma de vida en la Iglesia.

Rescatamos algunas de sus palabras. Reproducimos lo que dijo el Papa a los reunidos en la Asamblea Plenaria de la CIVCSVA hace cinco años (27.09.2005) en el contexto de conmemoración del 40 aniversario del decreto conciliar Perfectae caritatis:

«[…] La historia de la Iglesia está marcada por las intervenciones del Espíritu Santo, quien no sólo la ha enriquecido con los dones de la sabiduría, la profecía y la santidad, sino que la ha dotado con formas siempre nuevas de vida evangélica a través de la obra de fundadores y fundadoras que han transmitido sus carismas a una familia de hijos e hijas espirituales. Hoy, gracias a ello, en los monasterios y en los centros de espiritualidad, monjes, religiosos y personas consagradas ofrecen a los fieles oasis de contemplación y escuelas de oración, de educación en la fe y de acompañamiento espiritual. Pero, sobre todo, continúan la gran obra de evangelización y de testimonio en todos los continentes, como avanzadillas de la fe, con generosidad y a menudo, con el sacrificio de sus vidas hasta el martirio. Muchos se dedican por completo a la catequesis, a la educación, a la enseñanza, a la promoción de la cultura, al ministerio de la comunicación. Están junto a los jóvenes y sus familias, junto a los pobres, los ancianos, los enfermos y las personas que viven solas. No hay ámbito humano ni eclesial en el que no estén presentes de una manera con frecuencia silenciosa, pero también laboriosa y creativa, al modo de una prolongación de la presencia de Jesús que pasó haciendo el bien a todos (Hch 10, 38). La Iglesia está agradecida al testimonio de fidelidad y santidad ofrecido por tantos miembros de los institutos de vida consagrada, a la incesante oración de alabanza e intercesión que se eleva desde sus comunidades, a su vida entregada al servicio del Pueblo de Dios.

Ciertamente, no faltan pruebas y dificultades en la vida consagrada de hoy, al igual que en los demás sectores de la vida de la Iglesia. «El gran tesoro del don de Dios -recorábais al final de vuestra última plenaria- está encerrado en frágiles vasijas de barro ye el misterio del mal acecha también a quienes dedican a Dios toda su vida» (CdC, 11). Más que enumerar las dificultades que atraviesa hoy la vida consagrada, quisiera confirmar a todos los consagrados y consagradas la cercanía, solicitud y el amor de toda la Iglesia. Al inicio del nuevo milenio, la vida consagrada tiene ante sí enormes desafíos que sólo puede afrontar en comunión con el Pueblo de Dios, con los pastores y con el pueblo de los fieles»[…].

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    Arturo A. G. 13 años

    Interesante rescate. Conviene tirar de memoria histórica de vez en cuando para sacar los colores a esos «caballos desbocados» a quienes hacía referencia un conocido director de revista religiosa española.

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