ENTREVISTA A JOSEP M. ABELLA, CMF EN EL DIARIO LA VANGUARDIA

El superior general de los claretianos, Josep M. Abella, que reside en Roma, visita estos días la provincia de Cataluña de esta congregación religiosa fundada en el siglo XIX por san Antonio Maria Claret. Abella Batlle (Lleida, 1949) se fue de misionero a Japón siendo veinteañero –aún no había sido ordenado sacerdote–, y estuvo allí 18 años. Entonces fue llamado a Roma a formar parte del gobierno de la orden claretiana –encargado precisamente de misiones–, y desde el 2003 es su superior general. La orden tiene ahora más de tres mil miembros. Abella es también vicepresidente de la Unión de Superiores Generales (USG), que agrupa a los superiores generales de congregaciones masculinas.

 ¿Cómo se expresa hoy el carisma claretiano de proclamar el Evangelio en el mundo?

Un carisma nace en una situación histórica y a través de personas concretas. El nuestro nace de un catalán del siglo XIX que sintió la vocación misionera, e intentó responder a una situación: las órdenes religiosas habían sido suprimidas, expulsadas de España, y no había gente que predicara. Han pasado más de 160 años desde que se fundó la congregación en 1849. El mundo ha cambiado, la ubicación de la congregación ha cambiado. De estar sólo en Vic, ahora estamos en 64 países. Para evangelizar ahora, hay que encontrar los instrumentos adecuados a cada lugar. Por eso se da una expresión del carisma muy distinta en un país de antigua cristiandad, aunque ahora esté viviendo una época poscristiana, o en un lugar donde los únicos misioneros en kilómetros a la redonda son los dos claretianos.

La agencia Fides acaba de dar la cifra de misioneros y misioneras muertos en el 2011; fueron 26. Operar en zona de peligro ¿puede parecer una proclamación más ‘real’ del Evangelio que hacerlo en Occidente?

Tal vez. Los claretianos trabajamos en lugares de riesgo en África. El pasado noviembre visité nuestras misiones en Nigeria; algunas están en el norte, donde el día de Navidad puso bombas en iglesias el grupo fundamentalista musulmán Boko Haram, que se mueve más por estrategia de poder que de confrontación religiosa. Estuve en la parroquia cercana a una que sufrió un atentado. El Evangelio se proclama en todas partes, pero hay lugares donde las exigencias y riesgos para la vida del misionero son mayores. Se intenta, siempre con prudencia, acompañar a las comunidades cristianas, y a grupos que no son cristianos pero que se ven también amenazados, para generar esperanza. Eso sólo es creíble
si estás a su lado intentando responder a necesidades urgentes. En países de riesgo, hay muchas personas comprometidas, pero los misioneros suelen ser los últimos en abandonar el puesto. A los claretianos que viven así les aconsejo prudencia, pero les dejo libertad de escoger si se quedan o no. Y en casi todos los casos, eligen quedarse con su gente.
¿En qué otras zonas conflictivas trabajan los claretianos?

En el sur de Filipinas, y en zonas de India como Bengala Occidental, Bihar y Jharkhand, donde se generan conflictos
fuertes. En África, además de en Nigeria, trabajamos en el norte de Costa de Marfil, y en zonas de la República Democrática de Congo. En Sudán del Sur, que nació como país el pasado julio, participamos en un proyecto intercongregacional; estamos allí 21 órdenes religiosas, de hombres y de mujeres, intentando acompañar a este pueblo en la reconstrucción tras tantos años de guerra; financieramente contribuyen otras órdenes también. Y estamos en lugares conflictivos de Latinoamérica.
Hay quien dice que la intercongregacionalidad es el futuro ante la escasez de vocaciones en las órdenes religiosas.

No es sólo escasez de vocaciones; es escasez de cristianos, porque de ahí surgen las vocaciones. Aquí se dan experiencias creativas interesantes, pero el cristianismo de masas se acabó; y, lógicamente, se acabaron también
los seminarios de masas. ¿Menos vocaciones? Cierto. Pero quizá ahora la gente que opta por la vida religiosa o misionera hace un proceso de discernimiento más calmado y profundo. Y es verdad que, entre los superiores y superioras generales, cada vez más promovemos las sinergias, la intercongregacionalidad, como en el proyecto de Sudán del Sur.

¿Otros ejemplos?

Es importante la presencia religiosa en foros de las Naciones Unidas, como el DPI-NGO (Departamento de Información Pública para oenegés); hay que estar diez años ahí hasta que te admiten como oenegé registrada en la ONU. Cada vez más hacemos eso de modo intercongregacional, porque en un lugar donde se decide la suerte de miles de
millones de personas, se precisa llevar una palabra de Evangelio, y porque la vida religiosa, a través de las misiones, es probablemente una de las instituciones que llega más capilarmente a lugares del mundo que sufren carencias.

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